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lunes, 6 de diciembre de 2010

CUENTOS DE NAVIDAD

NOCHEBUENA  cuento de Julia del Prado Morales


Ya habían reventado los cohetes de la Nochebuena y las niñas sabían que tenían que acostarse, pues recibirían los regalos que el Niño Dios todos los años les trae. Así Laurita y Andrea se fueron primero a los dormitorios de sus padres y de la tía Queta, antes de ingresar al suyo. Tomaron las cremas de todos los tamaños, colores, diferentes estuches de las damas y pacatán se encerraron, en el suyo.
A las dos les deleitaba el olor de la madre y de la tía, esas cremas que rejuvenecen dicen, que mantienen la piel y sobre todo niñas nosotras, queremos oler rico. Placer que nos causa y nuestros hijos: los muñecos que embadurnaremos, así todos juntos unimos olores y placer.
Dormidas se quedan con los estuches abiertos, cremas desparramadas por las sábanas y colchas. Madre y padre con la tía tratan de ingresar al dormitorio de las niñas a las 12 en punto de la noche y no lo pueden abrir. La tía recuerda que tiene otra llave y así logran abrirlo.
-¡Qué olor, cómo han podido dormirse así!, dice Perfecta, la madre. -¡Niñas malcriadas, atrevidas! - agrega Queta-, la tía solterona.
-¡Usar nuestras cremas, para este desastre…!. Las niñas abren un ojo, los dos, guiñan y se hacen las dormidas. Su padre Renato no dice esta boca es mía, los hombres por lo general, son engreídores con sus hijas.
De pronto, Andrea y Laurita saltan en sus camas, dan brincos, se abrazan a sus muñecos y luego besan a la madre, a la tía, a su padre. Desconcierto en el dormitorio.
–Es Nochebuena, es la noche del amor, cálmense viejas- les dice con cariño a su mujer y su cuñada, Renato.
Juguetes nuevos adornan su entorno, es su viejo quién abrió los regalos: una pareja de cuerda que baila un bolero, soldaditos de plomo que marchan a golpe de sus tambores. Jazzes y canicas para jugar. Nochebuena que habla y canta.
El olor se desvanece, son otros años ya, están jovencitas. El duende Lucas, su duende que las cuida todavía, les ha narrado a las dos hermanas: Andrea y Laurita, una historia de Nochebuena.



Julia del Prado (Perú)


GRACIAS cuento de Myriam Jara



Sí, a vos, joven desconocido de ropas harapientas y mirada triste. A vos, joven de vida dura, plena de carencias. A vos muchachito que desde temprana edad supo que lo “mejor” de la vida no le pertenecía. A vos que aceptaste condescendiente las migajas que la sociedad te daba. A vos que salís día a día a buscar lo que otros tiran para llevar alegría a tu familia. A vos que no tuviste tiempo de jugar a la pelota porque las obligaciones te impelían a saltar la infancia para ser adulto sin pausas, sin tregua, con prisa y sin dudas.
A vos que elegiste el camino del sacrificio para poder comer, tal vez, una vez al día. A vos que nunca pensaste en delinquir porque no fue lo que te enseñaron. A vos que soportás estoicamente la mirada desdeñosa de la gente que pasa por tu lado.
Sí, a vos, jovencito que no alcanzaste a decirme tu nombre, a vos que me pediste con temor si te podía regalar el árbol de navidad que yo dejaba en la calle porque tenía uno nuevo, cada siete años, siguiendo la tradición, un árbol nuevo, adornos nuevos, luces intermitentes nuevas. Indiferente a tu dolor, como si me preguntaras la hora, te dije que sí, que te lo llevaras. Ni siquiera te miré, mi cabeza no estaba en vos, mi preocupación era que se estaba haciendo tarde y tenía que comprar los regalos para mis hijos, ropa para estrenar, disponer el menú, acondicionar la casa para cuando llegaran los invitados.
“Gracias” dijiste con una inflexión tan extraña, inflexión que denotaba dolor y alegría en un puntual encadenamiento de emociones. No sé qué mano invisible me levantó la cara y me obligó a mirarte. Y te vi, y vi tu mirada, y vi tus ojos inertes, y vi tu rostro emocionado pero no vi lágrimas, no las tenías, vos no podías llorar, no te lo permitió la vida, llorar es para el que sabe que puede recibir consuelo. También eso le consentiste a la vida, la insuficiencia de ternura y lo aceptaste porque simplemente la vida es como es y la tenés que aceptar porque no está en vos cambiar el mundo, volverlo más humano, hacerse cargo de vos y tu enorme pandilla que conforman “La familia”, un grupo de inocentes que esperan que los resguardes del hambre, de los rigores del frío y del calor porque tu casa es un oxidado y abandonado vagón de tren que hace tiempo dejó de cumplir su función pero que hoy es tu hogar. El calor abusivo cuando el sol se afirma en la aleación de tus paredes, el insensible pero cruel frío cuando el viento se infiltra por las grietas de tu enmohecida residencia y las cobijas no son suficientes para abrigarlos a todos.
“Gracias” dijiste con esa dulce inflexión de sumisión y fue entonces que te miré por primera vez. Repentinamente pasaste de cartonero a ser humano en mi obtuso y egoísta mundo. Y levanté la cabeza y vi tu mirada y en ella comprendí tu historia, imaginé tu vida, sentí tu presencia pegoteándose a la mía. Por un instante, el universo nos unió.
Nada se destruye, todo se transforma. Dijiste “Gracias” en voz baja y mi mundo se transformó, mis miserias perdieron valor y se agigantó el desprecio a mí misma y a mis pares, a los que nos movemos en la indiferencia del diario andar.
Son las doce de la noche. El cielo se iluminó de fuegos artificiales. Mi familia y mis amigos se abrazan, se besan, levantan la copa para desearse unos a otros ¡FELIZ NAVIDAD!
Tomé una copa, brindé con ellos, les dí un beso, seguí puntualmente cada uno de los pasos que tradicionalmente damos cada año a las doce de la noche y luego me aparté. Mi mirada buscó la Cruz del Sur, mi constelación favorita y levanté mi copa y te dije “Muchachito, aunque ignoro tu nombre, sé quien sos, sé que estás levantando tu vaso con agua - ¿Algún alma caritativa te habrá regalado una botella de Coca-Cola? Espero que sí- y estás brindando por mí, porque yo te lo pedí. Yo brindo por vos y si bien no espero que tu vida cambie, deseo que el arbolito nunca deje de iluminar tu viejo y oxidado vagón” Sé que estás mirando la misma constelación que yo. Te identifica, sos del sur, el continente de los discriminados, tu vida es una cruz que cargás sin cuestionarte nada porque nada hay que cuestionar en tu mundo. Y brindé porque te lo pedí, te pedí que a cambio de llevarte mi vencido arbolito de navidad, brindaras por mí, que sólo me dedicaras un segundo, que yo sentiría que algo muy profundo iba a morir en mí para renacer con una cosmovisión diferente. No entendiste, pero sé que estás brindando por mí, porque así fue, es y será tu vida, un compromiso, una obligación, una palabra que se promete y se cumple.
Por lo tanto te devuelvo tu “Gracias” porque en esa apacible y dócil modulación y en la mirada curtida del que no conoció más que el rostro de la infelicidad, prorrumpió una nueva mujer y te lo debo a vos. Muchachito desconocido, espero que tu existencia sea de aquí en más y por siempre una ¡FELIZ NAVIDAD!


 
MYRIAM JARA (Argentina)

3 comentarios:

  1. Hermoso blog, gracias por compartir...Marái de los Ángeles

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  2. Este periódico está muy bueno, es un honor estar aquí...Felicidades...Myriam Jara

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  3. gracias por publicar este cuento de mi autoría: Nochebuena, una grata sorpresa

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