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jueves, 24 de abril de 2014

ESCRITORES INDEPENDIENTES




El atributo “independiente” aplicado al arte se utilizó por primera vez en el siglo XIX para designar a un grupo de pintores franceses que, no pudiendo exponer en el Salón de París por sus divergencias estéticas con la Academia, organizó en 1863 el primer “Salón de los Rechazados”, una feria alternativa abierto a todas las tendencias. Más tarde, crearon la Sociedad de Artistas Independientes para tomar a su cargo el certamen, que poco a poco se fue institucionalizando y terminó por rechazar los movimientos vanguardistas que vinieron después, primero el impresionismo y luego los demás.

En el siglo XX, el término se extendió a todas las manifestaciones artísticas, aplicándose también a ciertas formas del comportamiento humano, como el vestir, el tipo de trabajo o la manera de pensar, hasta el punto de acuñar una nueva expresión, “el movimiento indie” (independiente, autónomo, diferente), relacionado con el “hágalo usted mismo”, una forma nueva de entender la vida, fuera de las corrientes tradicionales que sustentan la cultura de los pueblos.

Dentro de esta corriente, se incluye la literatura independiente a la que se adhieren aquellos escritores que, cansados de no encontrar un cauce para su reconocimiento ─es cierto que algunos, no muchos, no pasaron por ese trance─, se han hecho cargo de todo el proceso para llegar directamente al cliente final, el lector que va a comprar su libro. Además de la producción literaria, el autor ha tenido que asumir la labor comercial, prescindiendo de los canales clásicos (editoriales, agentes literarios y distribuidores), que no son capaces de dar una respuesta a sus peticiones, mostrando así su desencanto.

Es verdad que también la prensa tiene su responsabilidad en este fenómeno. Sólo los autores “comerciales” merecen la atención de los medios. El crítico literario no tiene tiempo para dedicarlo a descubrir talentos, se limita a vehicular lo que recibe de la industria editorial, elabora una reseña sólo con el resumen o la propaganda que acompaña al libro. Merece la pena leer lo que opina Vargas Llosa sobre el tema en una mañana de confesiones literarias:

“La crítica literaria tiene ahora más responsabilidades en un mundo con sobreinformación y sobreoferta de libros. Y es responsable de la marginalización que vive al haber perdido el protagonismo que tenía y debería recuperar. No tenemos críticos de gran responsabilidad tampoco en otras áreas. Parecen limitarse a reseñas, casi como publicidad, la han trivializado y han olvidado la función de dar los elementos para que la gente aprecie lo bueno o menos bueno de cada libro, y algo muy importante es que deben tener claro el lugar que esa obra ocupa en su contexto y contárselo a los lectores. Sobre todo en estos tiempos donde Internet tiende a dar el mismo valor a todo…”.

Estos escritores independientes ─¿no sería mejor llamarlos “escritores no comerciales”?─ se han convertido así en sujetos que se sitúan en los márgenes de la industria cultural, obligados a fundar una mini-empresa para administrar el negocio, no por voluntad propia, sino por pura necesidad. A la mayoría de ellos, les repele el nuevo oficio, la actividad mercantil es prosaica, en la antípoda de la misión poética que el destino les ha deparado. Además ─alegan algunos─, el tiempo que van a perder en tal menester sería mucho más provechoso si lo emplearan en la creación literaria y dejaran ese trabajo en manos de profesionales expertos. Y tienen razón.

El problema es que la situación ha cambiado. Los editores no quieren arriesgar con escritores desconocidos y los agentes literarios están saturados con el club selecto de los consagrados, un círculo cerrado al que es difícil acceder. Sólo lo consiguen aquellos autores perspicaces que saben interpretar lo que el vulgo prefiere, sin que la calidad literaria premie, basta con que entretenga. A él se reduce el negocio de la industria editorial, con él obtiene sus mejores beneficios, olvidando su vocación primigenia de descubrir nuevas talentos, con la excusa de una crisis económica que esconde otras razones más en línea con la ineficiencia y la falta de profesionalidad.

Se ha creado así un vacío que ha sido ocupado por una nueva especie de empresarios avispados que, con algunos conocimientos informáticos y buena dosis de osadía, han aparecido en el escenario literario para ofrecer un servicio de asesoría e intermediación en todo el proceso de comercialización del libro: la publicación, la distribución y la promoción. Generalmente, no tienen recursos económicos y, por eso, no asumen riesgos. La financiación del proyecto es por cuenta del autor que se compromete además a conceder la exclusiva para unos cuantos años, a cambio de una mísera remuneración. Si al menos, así terminaran las miserias…

Resulta que luego, como consecuencia de un contrato leonino, abundante en cláusulas redactadas con mucha floritura, llenas de promesas, pero huecas de obligación, el escritor comprueba que nadie se preocupa de la promoción del libro y que, si algo se hace, es por su cuenta y con pago anticipado. Pronto llega la desilusión primero y, más tarde, el enfado, al tener él que asumir esa ingrata tarea, restando tiempo a su misión trascendente: escribir.

¿Qué tiene que hacer entonces el escritor comprometido que no encuentra el cauce para dar salida a su capacidad creativa? La única alternativa es buscarse la vida. Por fortuna, las nuevas tecnologías lo facilitan. Existen hoy portales digitales ─Amazon es uno de ellos, pero no el único─ que permiten publicar libros a un precio razonable, incluso sin desembolsar un euro. Hay autores que, en poco tiempo, han obtenido éxito hasta el punto de entrar en la lista de “los 100 más vendidos”, con cientos de comentarios positivos en la red, una información precisa de las ventas y el abono puntual de sus ingresos. Algunos se han atrevido a contar su experiencia en la red.

Varios de esos autores que llegaron a saborear el éxito tras publicar sus novelas en Amazon, fueron luego “tentados” por editoriales de renombre con señuelos de fama y de dinero. Se dejaron engañar, entre otras cosas, porque les prometían hacerse cargo de la promoción de su obra, un cometido que la mayoría de los escritores elude. ¡Craso error! Se lamentaba así uno de ellos: “Desde que tengo editoriales que me “respaldan”, he trabajado en promoción como nunca, escribo menos que nunca, debo más dinero que nunca, gasto más que nunca y cobro menos que nunca”. No es un caso aislado, hay numerosos casos similares.

Los datos sobre su importancia varían según los países. Por un lado, la Federación de Gremios de Editores dice que la autoedición en España no supera el 10%, sobre un total de 70.000 libros publicados y que la cifra lleva siendo estable durante los últimos años. Por el otro, el número de libros autoeditados en Estados Unidos alcanzó los 235.000 títulos, un 43% del total. Pero todo es cuestión de tiempo: la conjunción entre Internet, la edición digital y la impresión bajo demanda harán el trabajo, un fenómeno que ya se puso de manifiesto en la pasada Feria del Libro de Frankfurt.

De hecho, la autoedición domina la venta de libros de Amazon. Y no hay que extrañarse. El editor tradicional gana dos veces más que el autor por la venta de un libro electrónico, a pesar de que el coste de producirlo es casi nulo, ya que no requiere impresión, almacenamiento ni transporte. Como resultado, los autores que autoeditan están ganando un 50% más de beneficio que sus homólogos en papel, a pesar de que la cifra de ventas es la mitad. Y todo eso, sin necesidad de arriesgar capital alguno, o muy poco, tan sólo lo justo para publicitarlos en la red.

Pero no todo son parabienes. La tienda online de Amazon es un bazar en el que se venden infinidad de artículos. La navegación es complicada, incluso para los iniciados, y no permite introducir títulos nuevos, de no ser “vendedor profesional”, en cuyo caso hay que pagar una cuota fija 30 euros al mes y se reduce la variable. Si uno aprende a moverse por su interior y consigue publicar, ha entrado en el purgatorio. El paso siguiente es salir de él cuanto antes, para lo cual es preciso adquirir visibilidad y darse a conocer. Algunos lo han conseguido sin gastar mucho dinero, incluso con obras de escaso mérito.

Fuente: http://serescritor.com/escritores-independientes

sábado, 5 de abril de 2014

LA POESÍA DE JUAN GELMAN

CONFIANZAS
se sienta a la mesa y escribe
«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice

y más: esos versos no han de servirle para
que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo coma viva mejor
ni para enamorar a una le servirán

no ganará plata con ellos
no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos

ni papagayos ni bufandas ni barcos
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos

«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice
se sienta a la mesa y escribe

Relaciones (1973)

***

EL INFIERNO VERDADERO
Entre las 5 y las 7,
cada día,
ves a un compañero caer.
No pueden cambiar lo que pasó.
El compañero cae,
y ni la mueca de dolor se le puede apagar,
ni el nombre,
o rostros,
o sueños,
con los que el compañero cortaba la tristeza
con su tijera de oro,
separaba,
a la orilla de un hombre,
o una mujer.
Le juntaba todo el sufrimiento
para sentarlo en su corazón
debajito de un árbol
El mundo llora pidiendo comida
Tanto dolor tiene en la boca
Es dolor que necesita porvenir
El compañero cambiaba al mundo
y le ponía pañales de horizonte.
Ahora, lo ves morir,
cada día.
Pensás que así vive.
Que anda arrastrando
un pedazo de cielo
con las sombras del alba,
donde, entre las 5 y las 7,
cada día,
vuelve a caer, tapado de infinito

Interrupciones II (1988)

***

EL JUEGO EN QUE ANDAMOS
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.


El juego en que andamos (1959)

JUAN GELMAN

miércoles, 2 de abril de 2014

TESTIMONIO ESPECIAL - 2 DE ABRIL: DÍA DE LOS VETERANOS Y CAÍDOS EN MALVINAS por ANY CARMONA



Testimonio especial

COMANDOS EN ACCIÓN: LA TOMA DE LAS MALVINAS

La historia de Pedro Camilo López, el único salteño (de la provincia de Salta, Argentina), que participó del asalto de las islas. La noche en que tomaron la casa del gobernador británico. La paradójica rendición de los ingleses. La decepción de las tropas de asalto argentinas y el circo montado por el Ejército Argentino.
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Corría el año 1982, la dictadura en la Argentina estaba en su momento más álgido y los conflictos internos nacionales preocupaban al pueblo al haber una amenaza constante de guerra con la República de Chile.
Todo se había iniciado el lunes 22 de Mayo cuando, luego de un fin de semana, el grupo de Buzos Tácticos volvió a la base naval de Mar del Plata y se le anunció que había acuartelamiento. A partir de ahí comenzaron los ejercicios normales tanto de día como de noche. Nadie sabía qué era lo que estaba pasando.
El jueves 25 los embarcaron a Puerto Belgrano en Bahía Blanca y se les dijo que posiblemente, irían a la zona sur. Todos pensaron que se trataba del conflicto por el Canal de Beagle con Chile…
El suboficial Pedro Camilo López, salteño de Rosario de Lerma, formaba parte del grupo de dieciseis miembros, ocho Comandos Anfibios y ocho Buzos Tácticos, denominado “Patrulla Techo” que estaba comandado por el Capitán Pedro Giachino, segundo Comandante del Batallón Nº 2 de Infantería de Marina.
Todos respondieron asombrados:
- ¿Pero, no era que íbamos al sur?...Bueno, las Malvinas están en el sur pero no, no es cierto, no puede ser…
La orden era: probar a full las armas. Se fueron a la cubierta de helicópteros, en la popa, llevando los cargadores de municiones de FAL y armamentos personales.
Sabían que el desembarco sería en Puerto Stanley pero como se levantó un fuerte temporal, se retrasó para el viernes 2 de Abril. Debían tomar la usina, pero justo sobre el desembarco, el capitán Giachino les indicó a sus hombres que había un cambio de órdenes, ahora éstas eran tomar la casa del gobernador Rex Hunt y exigir la rendición para evitar el derramamiento de sangre.
Fue el Operativo Rosario y su barco, el Destructor Santísima Trinidad.
Había varios puestos de desembarco para provocar el efecto sorpresa. Un submarino, el Santa Fe, junto con el comandante de la Agrupación de Buzos Tácticos, tenían la misión de neutralizar el Faro San Felipe donde estaba la estación de radio y un radar. Por eso se movieron antes de las 6.00 de la mañana, hora del desembarco. El asalto se hizo a las 0.00 horas del día siguiente, al tocar tierra, era exactamente la medianoche.
Atravesando pantanos de algas, barriales y senderos escarpados, llegaron, luego de cruzar un río, a las 6.45 horas, a la casa del gobernador en Saper Hill
Los ingleses estaban cubriendo la zona del aeropuerto que estaba a unos ocho kilómetros de la zona de ataque. También estaban en la plaza pues ya sabían de la llegada de las tropas argentinas. Estaban muy camuflados y apertrechados.
Los soldados veían que los ingleses tiraban de la ingle para abajo, lo cual se denomina “tiro de inmovilización”, por lo que supieron que su estrategia era la rendición y no la destrucción.
López pensó en su hija de un año y dos meses y que tal vez nunca volvería a verla. Luego de haber trepado la colina de Saper Hill cargado de municiones, había llegado a la cima y en medio de una lluvia de tiros, sólo podía pensar en ella.
-          Con tantos tiros, esto será una carnicería – balbuceó justo antes de que se cortaran las luces.
Cuando aclaró, como a las 5,45, se pudo ver por primera vez el paisaje  aunque había una intensa niebla. Rocas y pequeños arbustos eran los mudos testigos de una jornada que anticipaba el horror de la guerra. Los cuerpos cansados y hambrientos de los soldados, avanzaban juntos, unos detrás de los otros, en son de cumplir con su deber. Recibieron órdenes de marcar en una canchita de fútbol, una pista para el helicóptero. Esperaban las fuerzas de Seineldín.
Cuando llegaron a la casa, inmediatamente sintieron a los ingleses que pedían un santo y seña en inglés. El intérprete argentino, García Quiroga, les pidió que se rindiean, a lo que los ingleses respondieron con una ráfaga de tiros que los hizo replegarse.
Pronto fueron heridos Giachino, en la ingle, quien murió desangrado; García Quiroga, en el hombro, quien se salvó gracias a que cayó de forma tal que pudo tapar la salida de sangre; y el enfermero, que por ir a atender a los otros dos, también fue alcanzado por un tiro en la arteria femoral, se inyectó inmediatamente y pudo salvarse. Ya tenían una baja y dos heridos…
Como a las 8.30 horas de la mañana, los ingleses se rindieron. Eran cuarenta y dos hombres que se encontraban en el sótano de la casa del gobernador y algunos al frente, en la bahía.
De la casa del gobernador salía una banderita blanca. Por la bahía venían caminando el gobernador británico y un Vice-Comodoro argentino. Entraron trece hombres en la casa que inmediatamente auxiliaron a los heridos y tomaron prisioneros. Pronto llegaron vehículos anfibios con apoyo.
Se arrió la bandera inglesa y se izó el pabellón argentino. Fue ahí cuando llegaron las cámaras de ATC (Argentina Televisora Color).
El marino salteño Pedro López, se mordió los labios de bronca al ver que llegó un coronel del Ejército quien le ordenó volver a izar la bandera inglesa y arriar la argentina.
-          Hay que hacer la ceremonia para la televisión – dijo – y ustedes no pueden estar aquí, están muy sucios. A partir de ahora ustedes se van y el Ejército Argentino se hará cargo de todo – continuó con voz autoritaria.
Los habían echado a ellos, a los trece patriotas sobrevivientes de la Tropa de Asalto. Bajaron a las playas y luego al aeropuerto. Inmediatamente subieron a un avión de la Armada en el que se fueron de las islas. Habían estado veinte horas en Malvinas. Desde allí fueron a Río Gallegos y luego a Mar del Plata. Todo había pasado vertiginosamente…
En el momento de abrazar a su hijita, Pedro no pudo más que llorar de alegría. “Me va a conocer – pensó - Finalmente va a saber lo que hizo su padre”.


ANY CARMONA para La Cruda Verdad del Alma.