Lloré tanto en tu discurso de
despedida que, aunque dijiste que siempre nos acompañarías, no pude dejar de
asombrarme por mis lágrimas. Ahora entiendo las colas kilométricas cuando Ella
se fue. La gente permaneció por horas parada bajo la lluvia sólo para tocarla y
darle un último adiós. ¡Fue hace tantos años! Y sin embargo parece que fue hoy.
No sé qué me pasó porque me creía una mujer intelectual entera y “superada” de
tales sensiblerías pero, ya ves, querida mía: Nunca hay que decir “de esta agua
no”. Lloré y en mi angustia, liberé
también mis miedos, esos que no me dejaron dormir por tres noches. La primera,
con un sueño drástico en que el sonido de los tanques me sustrajo de mi tardío
conciliábulo con el sueño. Y al mirar por la ventana sólo pude comprobar que el
camión de la basura estaba pasando. “¡Los
tanques, los tanques!”, me adormecí repitiendo, mientras las ruedas metálicas
giraban en mi cabeza y el sonido se hacía cada vez más real. Al día siguiente
salió el editorial de La Nación pidiendo “perdón para los culpables”…
Hoy te despediste de quienes te
queremos y admiramos, y tu discurso fue
impecable como siempre. Improvisado, tenaz, veraz y apasionado. No olvidaste
nada. Cada uno de los logros de tu gobierno fue destacado y como si fuera poco,
lanzaste una recomendación final: no olvidar la lucha. No la olvidaremos, te lo
prometo ya que con cuatro años por delante de una derecha cruel y mentirosa, el
único camino será hacer una oposición constructiva y una militancia creciente.
Adiós por poco tiempo, amiga mía,
siempre estarás en lo más profundo de mi ser de mujer, que ama la justicia y
cree en las reparaciones históricas.
ANY CARMONA
Poeta y novelista argentina